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12.20.2011

PREFACIO
Cuando la mente llama




Noviembre, 2007. Albuquerque (Nuevo México)



E
l  general de brigada Rogers estaba ojeando con delicadeza y agilidad mi hoja de vida.  La funda verde sobre su cabeza gacha con cinco estrellas puntiagudas perfectamente alineadas era lo único que podía ver, ya que mis manos estaban atadas en mi espalda y dos gorilas en negro me sostenían por los brazos. Como si una indefensa niñita pudiera evadir la seguridad de una de las bases más protegidas por el gobierno.
-Veamos, señorita Deneddy. Hasta el momento hemos intentado agarrarla cuatro veces, de las cuales solo dos de estas hemos tenido la hermosa oportunidad de verle-Su voz era gruesa y precavida, sin embargo ya me había visto de frente a muchos de su clase.
-No es mi culpa, señor, que sus soldados no sean lo suficientemente aptos para agarrar a una niña de trece años en una escuela rodeada por personas diminutas o una calle concurrida por ancianos en sillas de ruedas.
Carraspeó la voz.
-Le recuerdo, señorita, que mis hombres son los más capacitados y expertos, listados por el gobierno estadounidense.
-Quizá debería ir hasta Japón para reclutar algunos samuráis. A lo mejor los yaris sirvan mejor para atraparme que una arma de fuego que alcanza hasta veinte kilómetros de distancia.
El general esbozó una media sonrisa que cubrió ligeramente con un ceño fruncido.
-Es usted una escurridiza, niña Gwen.
Uno de los cabos que me sujetaba el brazo cedió la fuerza. Aproveché el momento para echarme sobre una silla de metal desnuda que había cerca.
-Tengo que advertirle, general, que el gobierno de Rusia y Shanghái ya han solicitado mis servicios.  ¿Por qué considera que cedería mis habilidades a usted?
El general agarró una silla por las patas y la puso justo en frente a mí. Mirándome con los calculadores y cautelosos ojos ámbar.
La celda en la que estaba cautiva era una representación tan gráfica del programa de CSI, que inclusive llegué a pensar que al otro lado de la pared encubierta había tres personas hablando acerca de mi castigo. Las cuatro paredes estaban hechas de solido  acero indestructible, asegurados con una puerta tan gruesa como la carrocería de un tractor. En la habitación estaban los hombres monos que no apartaban la vista de las paredes-parecían ser víctimas de una lobotomía-y uno de ellos aún me sostenía por el hombro derecho; el general estaba sentado con los codos sobre las rodillas para poder mirarme directo a los ojos y ejercer un poder hipnótico que yo ya había usado en otros.
-Escuche, señorita. Considero que es aún muy joven para comprender los problemas externos entre potencias. Y creo que aún no está lo suficientemente capacitada para decidir siendo tan pequeña.
-¿Qué propone, señor?-Yo también intenté acercarme; pero uno de los vigilantes me agarró por el pescuezo.
-Como es usted americana, creo que lo que mejor sería dejar sus habilidades en manos de su patria.
-Recuerde…, señor, que mi mamá es nativa de Rusia. ¿Eso no supone dividir ganancias entre ambos países?
El general miró preocupado a los hombres mono que aún seguían con la vista pegada hacia la pared de acero. Bajó la voz hasta que fue solo un susurro.
-Dígame, señorita. ¿Qué desea para que acceda a mis exigencias? Estoy seguro que una jovencita como usted debe desear algo más que nada en el mundo.
-Déjeme pensarlo-Puse un dedo sobre mi barbilla y miré hacia arriba en signo de estar concentrada-. Siempre he querido un unicornio rosa. No, no; quizá un viaje a través del tiempo, eso sería genial ¡Espere! Ya lo tengo. Quiero hacerle una vivisección a un extraterrestre azul que se llame Alan, en el área 51. Es muy necesario que se llame Alan.
Los hombres en  negro se rieron, el general los fulminó con la mirada, para luego regresar a mis ojos.
-¿Está usted riéndose de mí?-susurró él.
-Déjeme en paz, señor-respondí siseando-. A mí y a todos los que son como yo. Usted no tiene ninguna jurisdicción sobre mí o nadie más.
El general se levantó de la silla farfullando, agarrándose el cabello fuertemente y dándome la espalda.
-Llévensela-indicó a los hombres. Estos me agarraron por los brazos y me sacaron de la habitación hermética. Esbocé una media sonrisa de satisfacción.
El pasillo seguía siendo del mismo gris deprimente como la sala anterior, no había pinturas en las paredes ni nada como un árbol bonsái en el suelo. Memoricé los pasos y los caminos hacia los que me arrastraban: Salida hacia la derecha, desvío hacia la izquierda, caminar hacia la última puerta negra sin perilla, esperar hasta que el ascensor llegue hasta el último piso y abrir la compuerta de vidrio.
El sol me encegueció por un momento, hasta que mi pupila se acostumbró al penetrante brillo luminoso y hasta que entendí que me habían llevado hasta el campo de entrenamiento para personas como yo. Al que frecuentemente se le conocía como el ADA: Ambientación para desarrollados aptos. O como yo le decía: La celda de los mutantes.
El césped falso se recortaba diariamente con una medida hecha por una regla y un jardinero realmente empeñado en proyectar un lindo campo de fútbol. La ropa de los presentes era blanca, lo cual significaba que había sido esterilizada por una aspiradora gigante. Habían aproximadamente once personas que se paseaban por los alrededores, algunos miraban las manzanas rojas de un árbol de hojas perenne, otros calculaban la medida del muro aislante de unos diez metros con púas en la parte superior y vigilado por otros con rifles de largo alcance; y el resto solo estaban allí hablando o sentados sobre las bancas de mármol blanco.
Los guardas me soltaron.
-¡He, Gwen!-Reconocería esa voz a donde fuera. Demasiado suave, sin embargo ya tenía ese sonido ronco de cuando los hombres atraviesan la pubertad.
Pj usaba un overol de faena blanca. Aunque vestía igual que los otros, su descendencia afroamericana y su esponjoso afro era lo único que lo diferenciaba de los demás. A veces me preguntaba se llevaba algo como una navaja dentro de los rizos alborotados.
-Pj, chico-Una risa se mostró complaciente en su rostro. Me solté las ataduras fácilmente de la espalda mientras Pj se acercaba, mirando con desconfianza a mis guardas personales de dos metros de altura.
-Parece que te han atrapado de nuevo.
-Ni me lo digas. Esta vez el mismísimo comandante del ejército fue por mí.-Alguien gritó mi nombre, pero no supe de quien era la voz. Para cuando hubimos atravesado todo el campo, Pj barría con la mano una banca con hojas secas encima. Me senté.
-No te creo. ¿En serio?
-De verdad-exclamé-. Fue como si la reina de Inglaterra me hubiera atrapado. Podría decirse que fue casi un honor.
-Eso sí que es algo nuevo. Deben necesitarte mucho-El rostro de Pj se iluminó-. Es bueno tenerte de nuevo por acá, Gwen. Todo es muy aburrido sin ti.
-Desearía poder decir lo mismo. Ya sabes, con todos los gorilas vigilándome, la escuela…
-Claro.-Pj había permanecido toda su vida encerrado en la celda blanca, por lo que no reconocería a sus padres si estos llegaran de improviso. Nunca había asistido a una escuela pública y nunca había ido al cine. Era realmente deprimente solo conocer los confines de una base en medio de la nada.
Lo conocí la primera intervención a mi nuevo hogar. Resultaba reconfortante tener a un amigo de hazañas durante el tiempo que permanecía en la Dark Wing hasta que lograba escarpar. Lo cual era difícil de verdad…Algunas veces.
-¿Qué hay de nuevo?-pregunté en voz demasiado baja.
-No mucho. Kyle intentó escapar hace dos semanas, pero le atraparon. Hace unos meses entró Sarah al combate.-Indicó con el índice a una rubiecita de unos quince años que al percatarse de nuestra intromisión a su espacio personal se puso rosa.
Allí todos éramos compañeros de lucha. Solo algunos como John o Danielle querían permanecer para ayudar al gobierno. No los culpaba, la recompensa monetaria que ofrecían por nuestra ayuda era bastante tentadora. Pero desde luego los otros quince y contando queríamos salir para seguir viviendo nuestras vidas. Así que nadie, excluyendo algunos, éramos soplones con los enemigos. La causa lo valía y el tener a un grupo de batalla nos ayudaba a no perdernos en el transcurso de nuestra estadía.
-¿Qué hay de los mapas? ¿Tienes algún nuevo escape?
-Nada-respondió fútilmente.
-¿Nada?
-Nada de nada.
-Oh, vaya. Esto es grandioso-Esperaba que al tener a alguien como Pj, que a veces se camuflaba como un camaleón, significara mapas de conexión hasta los puentes del exterior. La última vez que logré salir, Pj se había percatado de dejar todas las tuberías que daban hasta la cañería en un estado intacto, por lo que arrastrarme tubo abajo no había sido lo más difícil de todo. Hasta que los tropecientos guardas aparecieron al otro lado de la puerta de entrada donde felizmente había salido.
Esa noche no fue diferente a las anteriores. Algunos minutos con la compañía de Pj y su Ipod de contrabando en mi habitación de paredes iluminadas por un blanco monótono y una esterilla con sábanas igual de blancas; y por supuesto, una ventana tan diminuta que las barras de protección resultaban innecesarios. Aunque mi habitación, que había sido reservada solo para mí por meses, era la única que tenía los barrotes. El capitán tenía razón con lo de escurridiza. De una manera u otra siempre me las arreglaba para escapar.
 Luego de pasar varias horas sumida en la arrulladora oscuridad pensando en mi nueva vía de escape, caí en una especie de sueño.
Salida hacia la derecha, desvío hacia la izquierda, caminar hacia la última puerta negra sin perilla, esperar hasta que el ascensor llegue hasta el primer piso, abrir la compuerta de hierro, atravesar la cocina industrial, y meterme en la compuerta de desechos que daba hacia la salida del basurero más cercano.
Ya tenía mi salida planeada.
-Gracias mente.-me agradecí a mí misma.
Una de las cosas buenas de tener una mente con súper poderes es la proyección astral que podía ejercer en lugares que nunca había estado. De vez en cuando me asemejaba con Prue de Charmed. Pero la diferencia era que yo no era una bruja y que ella no tenía a todos los gobernantes del mundo encima esperando que mis trucos pasaran a sus manos.
Para cuando desperté, ya mi uniforme aseado estaba sobre una cinta transportadora por la que normalmente me entregaban lo que necesitara. La comunicación solo se hacía presente tres días por semana y la comida se entregaba allí mismo; lo que era realmente estúpido. La primera vez que estuve encerrada en la Dark Wing, aún no había cumplido los diez años, proyectaron en uno de los televisores hologramas que había en  cada habitación una película acerca de cómo nuestras contribuciones podrían ayudar al Estado a ser un mejor lugar para vivir.
Ese día sí que me aburrí. Una bandeja de hierro-esterilizado-con una manzana, algo parecido a una rama verde, dos huevos cocidos, zanahoria en rodajas y un vaso de vidrio con agua fue lo que almorcé. Tres veces al día. Cada comida se hacía más saludable con el paso del tiempo; ellos esperaban que nuestro cerebro se fortaleciera por la manera en que nos alimentábamos y nos ejercitábamos. Era por eso que teníamos algo así como un entrenamiento físico cinco días a la semana. Bastante extenuante, ¿verdad?

-Hemos estado pensando en la lavandería-Jules era un tipo con el cabello largo negro de unos dieciseises años, un arete en la nariz recta, una línea negra que le delineaba los ojos felinos, bastante larguirucho y de apariencia omnipotente. Al igual que yo, había tenido bastante suerte cuando se escapaba-Hace unos días me acerqué hasta el puesto de ropa sucia y noté que había un conducto hasta una sala oscura. Por lo que supuse que podría ser una vía que se recoge todos los días. ¿Sabes lo que eso significa?-murmuró.
-Ni idea-me hice la tonta mientras le daba una patada a un saco de boxeo rojo.
Jules suspiró sobre la cinta caminadora.
-Aquel lugar tiene un acceso directo hasta el exterior. Algún camión cargado con ropa que irá hasta el mantenimiento. Podremos ir por allí sin que se enteren, ¿Qué dices?
La verdad es que eso ya lo sabía.  Había dado un paseo ingenuo por allí la segunda vez que había sido capturada; me las había ingeniado para entrar, pero la única salida que había era un callejón tan pequeño que ni siquiera una niña flacucha como yo podría atravesar.
-¿Qué tal si les muestro mi escape?-dije en voz demasiado baja mientras fingía beber de un botellón con agua-. Hace unas noches me guié hasta la salida más cercana que hay. Ya lo sé, soy un genio.
Los ojos obsidiana de Jules rodaron, aminoró el paso sobre la cinta y se detuvo por completo para bajarse y mirarme doce centímetros por debajo de su cabeza.
-Gweny, ninguna de tus vías de escape han funcionado. ¿Olvidas lo que pasó con John en la sala de ventilación que resultó ser la sala de incineración, o cuando expusiste a Danielle a que casi la atraparan y la traspasaran con una bala desde las torres de vigilancia? No quiero que vuelva a suceder. No te lo tomes a pecho, Gwen. Si quieres escapar por tus medios no involucres a nadie más.
La culpa de que John y Danielle contribuyeran con los enemigos había sido completamente mía, ¿Qué más podía decir?
Jules era lo más parecido a un líder entre el grupo. Todas sus decisiones eran tan correctas que resultaban tediosas. Yo, por el contrario, elegía la manera más fácil y rápida…aunque eso supusiera un pequeño riesgo de intoxicación, contaminación, incineración o muerte. Vale, lo de la muerte solo había ocurrido una vez, y el guarda de seguridad se lo tenía merecido.
-Hablo en serio-Detuvo mi guante en el aire antes de dar un golpe hacia el vacío-. Si me entero de que nos pones en peligro, tendré que mantenerte bajo control.
-Si es que puedes-le guiñé un ojo.
Las tres horas de entrenamiento sudoroso finalizaron con indecisión. Me duché con el agua que seguramente no tenía gérmenes y me metí en el uniforme reglamentario. Buscar a Pj había sido mi objetivo…hasta que me topé con Sarah, la nueva compañera de supervivencia.
-Hola-su voz era como un cántico de ángeles. Sarah parecía un estereotipo sacado de una caja de Barbie: Los ojos azules que mostraban ternura, pero más allá algo realmente aterrador; el cabello casi blanco y liso que parecía más sacado de un cuento de Rapunzel y un cuerpecito diminuto para su edad-. Soy Sarah.
-Ya lo sé-Le extendí la mano-. Bienvenida al equipo, novata.
Me ofreció una sonrisa con una hilera de dientes diminutos, agarrando con suavidad mi mano.
-Eres Gwen, ¿verdad?
-No creas lo que te digan. Aquí todos hemos herido algunos vigilantes-Sarah se mostró perceptiva, como si había escuchado un poco demasiado sobre mí.
-Me enteré que querías alguien para escapar.
-¡Que rápido corren los chismes aquí!
-Nadie me lo dijo-carraspeó, sonrojada-. Te he escuchado hablar con Jules. Lo siento.
La miré con ojos sonrientes.
-Bah. No te preocupes. Venga, tenemos mucho que hablar-Agarré el brazo de Sarah mientras tiraba de ella hasta la celda de mutantes- .Creo que seremos grandes amigas.
Esto es lo que ocurrió: Sarah pareció bastante interesada en mi plan de ir hasta la cocina industrial y salir hasta el pasadizo secreto, que podría ser o no una trituradora de alimentos. Hablé con Pj acerca de conseguirme algunos instrumentos para mi plan. El contrabando de Pj era bastante bueno; pero al parecer no quería involucrarse demasiado con el procedimiento.
A la porra con Jules. En cuanto a mí, bueno, aún estoy con la expectativa del desafío. Sarah se ha convertido en una buena aliada y cuento con el silencio de Pj.
Llevo la cuenta de los días y las noches mediante una rutinaria travesía a través de una cabina de baño: marco con una raya en la baldosa del inodoro los días que han pasado.
El domingo es el día final del escape y precisamente el día en que llevaré a Sarah conmigo. Por lo poco que sé, es de Albuquerque y había sido recientemente coronada como la reina estatal de la belleza. No me lo supuse. Una vida perfecta, padres perfectos, amigos leales y novio sexy. Realmente merecía la pena volver si te esperaba en casa una vida como esa.

-¿Recuerdas el plan?-pillé a Sarah mordiéndose el pellejo del pulgar.
La cocina apestaba a coles hervidas y a sopa intempestiva. Pj había conseguido cinta adhesiva negra con la que cubrí el lente de las cámaras de seguridad. Además del horario de los turnos de los vigilantes de los pasillos. Así que salir desde mi habitación hasta los cinco pisos por debajo de nosotras había sido pan comido.
-Claro. Oye, Gwen. ¿Y si nos atrapan?
-Lo volveremos a intentar-Arranqué con los dientes un pedazo de la cinta con la que pegué la compuerta hasta la pared para que no se cerrara mientras teníamos las manos ocupadas- No te preocupes. Esto parece una cárcel, pero en realidad no lo es. Piénsalo de esta manera, si te escapas de tú casa tus padres estarían cabreados contigo, sin embargo te dejarían regresar. Ellos nos necesitan. Así que nos tiene que soportar.
Con una serie de posiciones morbosas y una agilidad adquirida por carreras constantes, Sarah y yo nos sumergimos hasta la cintura. Nos sostuvimos de la parte posterior de la pared hasta que de un empujón bajamos por un tobogán gris que crujía a medida que avanzábamos. El viento era refrescante, inclusive Sarah tenía una sonrisa de boba marcada en el rostro; pero antes de llegar hasta el final, la alarma de intrusos sonó.
-Mierda-mascullamos ambas.
Caímos de pie sobre el suelo de ónice, mientras la luz sobre nuestras cabezas fue totalmente roja y el sonido de las sirenas se infiltró en mis tímpanos obligándome a tapar los oídos con las manos.
-Atención seguridad. Fugitivas en el área 78-Una voz computarizada se oyó por los parlantes de la cocina que se alcanzaba a escuchar con cacofonía.
-¡Oh, Dios mío, Gwen! Este es el área 78-Sarah comenzó a hiperventilar. Inclusive bajo la luz artificial de emergencia, su cara era varios tonos en rosa.
-No te preocupes. Cambio de planes. Vamos por la derecha.
-¡Pensé que era hacia la izquierda!-Ya que las únicas salidas eran esas, creí que de alguna manera ellos sabían hacia donde nos dirigíamos.
-Dije cambio de planes. Avanza-Empujé a Sarah por las muñecas. Me vi obligada arrastrarla por los varios pasillos que aparecieron de frente hasta nuestra salida. Era un laberinto.
La luz aún emanaba ese color que preocupaba. Así que tuve que correr con Sarah agarrada ahora de mi uniforme.
El escenario fue una descarga de adrenalina: Sarah gritó, giré, los guardas la agarraron, saqué dos de las armas que tenía escondidas bajo las fundas en mi cintura y apunté hacia los pechos de los guardas.
¿Recuerdas lo que te dije allá arriba?-infiltré en el cerebro de Sarah. Sí, telepatía intuida era otra gran ventaja.
Sus ojos parecían desorbitados. Me pregunté si alguna vez había visto ella lo que era capaz de hacer. Creí percibir un leve asentimiento, aunque hubiera podido ser la luz que contrarrestaba su figura; aunque Sarah continuaba con los forcejeos y las armas seguían fijas en mis manos en dirección al frente.
¿Volverás a intentarlo?-Esta vez asintió fuertemente sin decir nada. Y por primera vez, vi en Sarah orgullo y decisión. Lo cual me impulsó a dejarla sin que los guardas se enteraran de nuestra pequeña conversación.
Buena suerte, novata
Buena suerte allá afuera, compañera-Fue ella quien esta vez respondió.
Me giré instintivamente mientras buscaba en la oscuridad algún pasadizo. Escuché los gritos y gemidos de Sarah atrás y a uno de los guardas ordenándole al otro atraparme. Los pasos de bota pesada fueron como manecillas de un reloj a punto de marcar mi hora de muerte. Apresuré el paso hasta que caí por un nuevo tobogán.
Esta vez la arena me recibió caliente. El alba naranja se comenzaba a deslumbrar en el horizonte, y la voz interrumpida del guarda que me seguía  pidiendo refuerzos en el lugar en el que me encontraba.
Correr por la arena era arduo, pero más allá una carretera deserta se convertía en mi boleto de salida. Los pulmones fueron como una llama ardiente hasta la garganta, por lo que tuve que parar y girar para cerciorarme que nadie me seguía. Como no vi ninguna sombra ni la base de la Dark Wing atrás, supuse que les tomaría un poco de tempo salir con los carros tanques para seguirme. Metí las armas en las fundas y continué caminando a través del desierto hasta que el corazón ya no latía desbocadamente.
Lo siento mucho, Gweny. Te lo advertí-El vozarrón de Jules surcó hasta mi mente.
Me maldije por confiar en él y seguí mi trayecto hasta un Volkswagen Combi amarillo que pasaba repleto de personas cantando Seasons in the sun.
-¿A dónde vas, cielo?-Una dulce abuelita me abrió la puerta del copiloto.
-¿A dónde va usted, señora?-Mi voz fue demasiado débil debido al cansancio. Pero gracias a Dios, el oído de la abuelita no tenía ningún problema, por lo que no tuve que repetir.
-Vamos directo hasta Albuquerque.
Genial. Allí vivía la familia de Sarah.
-Igualmente.

7 comentarios:

J.P. Alexander Responde dijo...

Parece una historia interesante, te mando un beso y te me cuidas mucho.

Melii♥ Responde dijo...

Holaaa!
Por lo que he leido parece ser bastante interesante la historia ^^
Te sigo, y espero por el capitulo 1 :)
Besos!

Cruz de plata Responde dijo...

Buen primer capitulo, por segunda vez se nota que la historia va a dar para mucho, me gustaron los personajes y tambien esta super bien narrada.
Esperare el proximo capitulo :)
Cuiidate, es genial volver a leerte!

Luke Clive Responde dijo...

OMG! I surely now this history will be greatest as the other one. I love Gwen, she is very fun.
And i hope that u can finish this novel.
Waiting for other chapter. Congrat :D

Daniela Ortiz B. Responde dijo...

no he podido saber donde esta el 1 capitulo :/
Tengo muchas ganas de leerlo porque el prefacio esta genial!!
Ayudame...

Dream Time Responde dijo...

me haaaa encantadoooo
gwen pudooo escapaaaar, pero ke chikilla escurridiza. Le doy una gran alabanza, ya ke tiene ventajas con el poder ke tiene

te dejo mi super huella

YO ESTUVE AQUI!!!

Sara Tamayo Responde dijo...

GENIAL!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ahh me encanta esta chica Gwen, es MUUUY divertida. Seguire con los proximos.
Besitos.