Capítulo
3
Sentenciada
N
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ormalmente, cuando estoy sentada en una heladería con una capacidad para un máximo de diez personas con
un tipo del tamaño de Jules, esperaría que tuvieran un poco de respeto y no se me
quedaran mirando como lo estaban haciendo en esos momentos. Pero en lugar de
eso, la mesa llena por adolescentes, que podrían pasar por fanáticas obsesivas, contigua a la nuestra no dejaban de mirar a
Jules y luego a mí, haciendo una comparación entre la posible relación que
podríamos tener y cuanto mi belleza física aumentaría eso.
-No dejan de mirarte-mascullé
mientras metía la cuchara a mi boca.
-Soy irresistible,
querida.-Jules alzó los brazos e hizo una pose de modelo fisicoculturista. Las
adolescentes se abanicaron la cara ruborizada con las manos.
-Los diecinueve te han caído
de maravilla.-Jules se metió el helado de chocolate, lamiendo la cuchara para
que las adolescente hiperventilaran aún más.
-Deberías estar orgullosa de
estar conmigo.
-No te apresures, guapetón. Todo el alumnado de mi colegio está colado por
mí, así que también deberías estar orgulloso de estar sentado junto a mí.
Jules me miró con
profundidad, guiñándome un ojo.
-¿Cómo vamos a
regresar?-pregunté con indiferencia.
Él se recostó en el respaldo
de la silla con los brazos cruzados sobre la cabeza.
-Conozco el camino. Lo he
memorizado…solo por si necesitaba volver. Ya ves que me ha servido.
Esperé a que Jules aclarara
la dirección de la base. Pero solo obtuve un pitido como el que había tenido
horas atrás, solo que intensificado y opuesto. Esta vez no era el pitido de un GPS,
sino el constante ronroneo de un motor de motocicleta antigua. Me cubrí los
oídos, deseé que el pitido no fuera más que una falsa alarma y no lo que sabía
que significaba.
-¿Qué pasa?-preguntó Jules
serio.
-¿No lo escuchas?-Él parecía
ajeno al sonido, por lo que intuí que solo yo reconocía lo que se aproximaba.
Negó con la cabeza, girando
hacia los lados con los músculos de acero contrayéndose con cada movimiento.
-¿Qué pasa?-insistió.
-Está aquí-grité sobre el
incesante sonido que cada vez aumentaba más el volumen. Todas las personas
presentes parecían darse cuenta de mis gritos. Yo solo podía ver el rostro
alarmado de Jules hablándome y empujándome, pero sus palabras se entremezclaban
con el silencio del viento.
-¿Quién?-leí en sus labios.
-Darth Vader-Jules no
entendió-. El cazador está aquí.
Su primera reacción fue abrir
los ojos como lunas, podía ver la frente perlada por el sudor. No tenía claro
si se trataba de una reacción instintiva o de la utilidad de mi información.
-¿Dónde, Gweny? ¿Dónde está
el cazador?
Negué en un solo movimiento.
-No sé, pero está aquí.
Cerca.
Las fanáticas me miraron con
cara de pocos amigos cuando Jules me agarró por la muñeca, comiendo su helado a
regañadientes. El sonido dentro de mi cabeza seguía sin detenerse, por lo que
Jules tuvo que sacarme del local tan lento que inclusive una anciana que iba
entrando tuvo que apurarnos.
-Gweny, tienes que decirme
donde está el cazador.-pidió Jules, gritando.
-Maldita sea, Jules, te he
dicho que no sé.
Jules farfulló algunas
palabras sin sentido por lo bajo, luego me siguió arrastrando por la calle
hasta que estuvimos en la esquina de un callejón que daba hasta la puerta
trasera de un restaurante chino que al solía ir con Carlie.
-¿Qué escuchas?-preguntó
Jules con inseguridad.
-Solo un zumbido. El zumbido
que siempre escucho cuando el cazador está cerca; no lo suficiente para
atraparme con la guardia baja, pero si demasiado cerca para evitar que me fugue
hasta otro lugar.
-Está bien. ¿Escucharías el
zumbido más potente si el cazador se acercara?
-No soy un detector de
metales-Jules puso los ojos en blanco-. No quieres ir en su búsqueda
¿verdad?-este puso cara de no saber nada-. Demonios, Jules, estás loco. Sabes
que el cazador es un demente con fantasías de Terminator.
-Él te llevará hasta la base,
Gweny.
-Creí que sabías como llegar.
Jules se giró por completo,
dándome la espalda mientras observaba a una mujer rubia con un coche de bebé.
-Jules…
-Hace un buen tiempo no voy a
la Dark Wing, ¿vale?…Quizá se me hayan olvidado algunas cosas.
-¿Qué cosas?
-Como en que parte del mundo
está construida.
Suspiré bastante fuerte para
que Jules se girara de nuevo hacia mí. Pareció conmocionado.
-Sabes que no haría esto Gweny
si no fuera necesario. Ponerte en peligro es algo que siempre intenté evitar,
pero esta vez tenemos que hacerlo. Tenemos que encontrar al cazador.
Volví a suspirar, recordando
el moreno rostro de Pj gritando mi nombre e intentando comunicarse conmigo.
-De acuerdo.
Jules se alegró de que
accediera, ya que normalmente no lo hacía. Solía jugar bajo mis propias reglas.
Mantuvimos la guardia alta
mientras caminábamos por la calle de Leim directo hacia mi escuela. Buscar al
cazador con mi sentido caza personas era tan frustrante como agotador, era algo
que sencillamente no entraba en mi lista de “súper poderes mentales.” Pero
Jules estaba convencido de que una vez que accediera a su ubicación exacta
entre un perímetro de cuatrocientas millas el resto iba a ser pan comido.
Entretanto, Jules, que se las había apañado para entrar a
mi instituto sin una tarjeta de invitado o una referencia extraescolar, me
obligó a inspeccionar cada zócalo que se pudiera ver, y los que no también. La
cancha de fútbol fue víctima de nuestra búsqueda, el salón de ciencias y las
aulas de audiovisión, así como también la cafetería y los baños públicos.
-Esto es estúpido. El cazador
no está aquí.-Ya me estaba dando por rendida, pero Jules, que era una excelente
representación de un líder motivado, no se sometía tan fácilmente.
-Vamos, Gweny. Piensa que
estamos jugando a las escondidas como lo hacíamos en el campo de entrenamiento.
-Entonces deberíamos ir a una
plaza pública. Allí es donde todos se esconden por ser el lugar más abarrotado
de personas.
Jules silenció por un
momento.
-Infiltrarse entre el montón
para parecer normal, tiene sentido. Tienes toda la razón-Y me arrastró de
nuevo.
Cuando salí a tientas por la puerta
trasera del Richmond Hight School a manos del poseído Jules, el sol vespertino
había recogido sombras de todas partes para agruparlas sobre el cielo
ceniciento, seguramente ya la hora sobrepasaba las seis de la tarde. Y mientras
Jules seguía entusiasmado con su misión suicida, Carlie paseaba al lado de
Susan, la chica rata. Ambas estaban riéndose de algún chiste crudo y Susan
llevaba en la mano una chupeta de cereza al igual que Carlie.
-¿No es esa Pisque?-Susan me
señaló con el dedo cuando Jules me arrastraba con más fuerza que antes.
-Hey, chica. Por aquí-Carlie
me agitó el brazo mientras corría en mi dirección. Escuché como Jules gruñía
por lo bajo.
-¿Qué cuentas, Carls?-Intenté
sonar como si nada estuviera ocurriendo, lo cual obtuvo el resultado contrario,
gracias a que Carlie era como una lectora de mentes cuando se trataba de mis
mentiras. A veces creía que era ella quien tenía todo el rollo de los poderes.
-Nada, ya que te olvidaste de
pasar por mí en mi clase de gimnasia. Gracias, por cierto.-Carlie me repasaba
con la mirada, solo se percató de la presencia de Jules cuando este me habló.
-Creo que deberíamos
apurarnos, Gweny-sugirió con un tono más bajo de lo normal.
Carlie se sacó la chupeta de
la boca cuando miró la cara impasible de Jules, recorrió su cuerpo en lo que
pareció un segundo y luego me miró con los ojos desorbitados como si hubiera
visto un fantasma.
-¿Quién es él?-susurró a mi
lado.
-Jules. De la Dark
Wing.-respondí ecuánime.
-No dijiste que era todo un
dios. Por Dios, Pisque, este tipo está realmente bien dotado. No será tú Eros
¿verdad?
Carlie tenía una cierta
fascinación con las divinidades antiguas razón por la cual-gracias
amiga-escogió el nombre de Pisque para remplazar el que Joe me había otorgado
al nacer. Le parecía bastante apropiado que fuera la hermana menor (y la más
bella, según ella) además de ser tan importante para la Dark Wing; Carlie decía
que yo era “su soplo de vida” y que sin mi código mental ellos posiblemente no
tendrían oportunidades, además de otros factores que realmente me dejaban sin
cuidado. Un nombre bastante preciso. Así que mi constante aversión hacia lo
hombres era, para Carlie, una fascinación en la que encontraría finalmente a mi
Eros con el que viviría un “amor inmortal.” Esa era la parte que yo siempre
omitía en la elección del nombre.
-Calla. No digas
ridiculeces.-Carlie se encogió de hombros.
-Si no es nada contigo,
entonces podrías presentármelo.
Jules, que al parecer había
escuchado toda la conversación, parecía irritado y algo avergonzado.
-Gweny, creo que deberíamos
irnos.-Carlie miró repentinamente a Jules como si tuviera un papel en la frente diciendo: “AGARRAME
QUE TE MUERDO” y entonces sucedió lo que me temía: Carlie dejó caer su chupeta
y se puso a reír como histérica.
-Bien, Carls. Me tengo que
ir. Luego hablaremos.-miré el rostro escondido de la pequeña Susan-. Susan.
Susan asintió para luego
rematar con Jules que la ignoró completamente al igual que a Carlie.
-¿Qué te pasa, Julian?-Jules volvió a tomar mi muñeca.
-Tú amiga me imaginó desnudo.
Por suerte, para Jules, no me
inmuté con su comentario.
-No es para tanto-intenté
suavizar el ambiente-. Yo te imagino desnudo de vez en cuando.
Jules giró el cuello para
observarme con una mirada mezclada de inquietud y zozobra.
-No vengas con cuentos,
Gweny. Tenemos encontrar al cazador.
-No te envares. El hombre
vendrá hasta nosotros, como siempre.
Alrededor, un grupo de skaters brincaban buscando una posición
alarmante. Luego de que el crepúsculo por fin hiciera su aparición, los nervios
de Jules parecieron salir a flote. Yo solo intentaba no tropezar cuando este me
jalaba por la blusa que ya estaba casi rasgada por la exagerada fuerza. Este
pasó al lado de los chicos sin prestar ninguna atención en que casi se llevaba
un bebé con un biberón por delante.
-¡He! Tenga cuidado-gritó la
mamá mientras agarraba a su hijo por el brazo.
-Lo siento señora-me
disculpé.
Jules ni se percató.
-Para-le obligué-¿Quieres que
todos se enteren que pasa algo? Este no es el campo de entrenamiento, Jules.
Aquí no necesitas estar a la guardia todo el día.
-Yo creo que sí-respondió,
caminando solo al lado de unas ancianas en un grupo de costura al aire,
alumbradas solo por una farola de luz naranjada.
-Jules, ¿porqué tienes tanta
prisa en encontrarlo? Yo sé que estás preocupado, pero los chicos se saben
guardar las espaldas entre ellos y principalmente saben cómo defenderse.
- Si no quieres hacerlo, no
lo hagas.
-¿Qué, ahora no confías en mi
capacidad de combate?
-Tú sabes que sí-se acercó,
agarrándome los dedos-. Gweny, he estado lejos demasiado tiempo; no sé cómo han
estado las cosas en la Dark Wing, no sé cómo has estado tú y no sé cuáles son las precauciones que toman ahora frente a
cualquier amenaza. Es solo un escudo inconsciente.
El sonido detector volvió
aparecer, esta vez tan fuerte que creí que los oídos me iban a estallar. Pero
logré acallarlo con una simple confirmación hacia Jules.
-No te preocupes. El cazador
está aquí mismo, entre nosotros.
Jules miró apuradamente hacia
todas partes. Era un gran inconveniente que el parque estuviera atestado de
corredores nocturnos, viejitas con zapatos ortopédicos, niños en columpios y un
grupo de hombres ensayando algún recital dramático.
-¿Quién es?-preguntó Jules
exasperado.
De entre todos nosotros, yo
había sido la única que había conocido al cazador personalmente. Todos lo
conocían por ser un gilipollas que cazaba a los inoportunos, pero muy pocos
vivían para contarlo, quizá yo había sido la única que había vivido para
contarlo. Pero eso era solo un nombre,
un epígrafe que ponía pocas palabras y difícilmente decía la verdad. Darth
Vader se había ganado con mucho esmero el apodo: en nuestros cuatro, casi cinco
encuentros, había vestido una armadura negra asegurada con manopla laser, espuelas
rompe culos, celada romana al igual que la escudería y todo eso, un arma-ballesta
de fuego azul con balas de frame que destellaban como una llamarada de luces de
bengala y botas militares estilo nazi, muy a lo Ghost Rider. Todo un complejo
estético. Su voz era siempre ufana e
infantil, pero tenía una concesión dura para tomarse su trabajo como un chiste.
Darth Vader era el modelo perfecto de un robot militar creado para asesinar
extraterrestres invasores. Lo cual era casi parecido a nuestro caso.
-Podría ser
cualquiera-inquirí.
Todos los presentes en el
parque tenían caras demasiado normales para ser el cazador, pero él era un as
cuando se trataba de encubrirse. Y si eran abuelitas con caja de dientes era
más probable que estuviera cerca.
-¿Podrías llamarlo?
-Nunca lo he intentado.
-Inténtalo entonces-me
incitó.
¿Darth? ¿Estás ahí? Yu-hu, ¿puedes oírme? Vamos, nos estamos
ofreciendo a tus servicios y no apareces… Vaya minúsculo cambio de decisión.
Nadie cambió sus quehaceres.
Jules señaló por detrás de mi espalda con el dedo y el cuerpo rígido y la cara
completamente inundada por una mueca que podría ser fácilmente de temor. Un
grupo de empresarios en traje divagaban acerca de un plan de marketing, uno de
ello nos miró como si lo estuviéramos nombrando, sonrió con una línea fina y
asintió.
-¿Es él?-preguntó Jules,
bajando el brazo y acomodándose a mi lado en señal protectora.
Observé mejor la cara del
hombre. El traje se le amoldaba al cuerpo con hombros anchos; una camisa de
lino con una corbata anudada por manos de un adicto y una chaqueta con botones
en la muñeca. Tenía el cabello tirado con gel hacia tras, mostrando una frente
ancha y lisa, los pómulos altos y la nariz ancha y recta. Los ojos eran casi
tan oscuros como los de Jules y miraban directo hacia los zapatos sin correa de
charol, apretando los puños dentro de los pantalones a juego grises. Parecía un
bastardo clásico, un mafioso de limusina y matones de camisa impecable y
corbata siciliana. El paquete completo.
-Es él-anuncié-. Es el
cazador.
El cazador era un desgraciado
con cara de modelo entrado en edad. Apostaría que tendría unos treinta y cinco,
pero era como si el tiempo tuviera el resultado contrario en su aspecto y en
vez de envejecer con los años, simplemente se viera más atractivo.
Darth comenzó a endilgar
hacia nosotros, mirando hacia los lados y rascándose la mejilla con traza
indiferente.
Cuando por fin lo tenía
delante-personificado en tinta negra y rubricado con floritura-Jules se aseguró
de pasarme el brazo por delante a modo de protección y poner cara de asqueo.
-Gwen-saludó con un
asentimiento de cabeza.
-¿Qué hay, Darth?-sentí los
ojos agudizados de Jules sobre mí.
-Nada nuevo. Realizando mi
turno preferido de trabajo.
-¿Qué sucedió con la
escudería?
-Un cambio de ambientación. La
base sugirió guardar la compostura para infiltrarme entre la muchedumbre.
Miré hacia los otros hombres
de traje que hablaban entre sí, echándonos miradas furtivas cada vez que Jules
se removía a mi lado.
-Claro, porque tener a un
grupo de hombres de negocios hablando en un parque público a estas horas no es
nada fuera de la común. Mándales saludos al agente J y K de mi parte, ¿quieres?
-Algunos de mis
guardaespaldas-respondió a mi pregunta no formulada-…Por protección.
-¿Protección? ¿Para que
necesitas protección?-Esta vez Jules se decidió hablar.
-Ahhh, pero si no es más que
Jules Worthon. He tenido mis ojos en ti también, amigo-Jules hizo una cara de
asqueo cuando el cazador le refirió con tanta intimidad.
-No creo que necesites a
tantos hombres, Darth.
-Algunas medidas de
precaución. Me causaste muchas bajas en nuestro último encuentro.
Darth y yo habíamos creado
una especia de relación amistosa durante las veces que nos encontrábamos.
Cuando yo me refería a él como Darth, él me decía molestia o mocosa, hubo una
vez donde me dijo cría. Él era como el padre que jugaba a las escondidas
conmigo cuando Joe nunca lo hizo, lo cual hizo que sintiera una levísima estimación
hacia él.
-Este es el plan-aclaré-: No
pelearé esta vez porque necesito que me lleves hasta la base. Acéptalo como mi regalo
de navidad.
-¿Puedo preguntar a que se
debe este repentino cambio de pensamiento?
-No. Ahora, llévate a tus
hombres fuera antes de que sospechen algo. Se me da difícil crear mi cascarón
en la sociedad para que un grupo de soldados lo rompan.
Me di la vuelta con Jules
rozándome los tobillos, demasiado previsor ante cualquier ataque que se pudiera
presentar por parte del cazador y su ejército de Mortal Combat.
-Te recogeré mañana en el
amanecer.
-Ni siquiera sabes donde
vivo-repliqué, haciendo énfasis en la palabra “sabes”
-En realidad, sí lo sé.-Luego
se giró y se fue de vuelta hacia sus guardas.
-Repasemos el plan-Jules se
hallaba recostado sombre mi cama en una posición bastante atrevida.- Mañana el
cazador te recogerá para llevarte en su camioneta. Pero yo te seguiré en mi
Harley para saber en donde está ubicada la base…
-¡Espera!-grité, levantándome
del alfeizar de la ventana por la que se podía ver la luz encendida del puesto
de parilla de la casa de Carlie.
-¿Qué pasa?
-¿Tienes una Harley?-Jules
hizo como si no hubiera escuchado-. Creo que ahora prefiero que vayas tú con el
cazador
-Limítate a ser fiel al plan,
¿de acuerdo?
Se levantó pasando por mi
lado para salir por la ventana.
-Como si nunca lo hiciera.-susurré,
pero estuve segura de que me oyó.
Jules saltó con una impecable
voltereta hasta el césped recién cortado de mi patio delantero. Telefoneé a
Carlie.
-Será mejor que me digas todo
al respecto-Carlie respondió, seguramente mirando mi número en su identificador
de llamadas.
-Solo si quieres jugar a ser
Vidal Sassoon hoy.
-Llevaré mis tijeras-colgó.
Solo le tomó dos minutos
atravesar la baya blanca de su casa, agarrar la llave de repuesto bajo la
maceta del pórtico de la mía y saludar a mamá que estaba viendo su programa de
Salud y Vida recostada en el sofá con
una manta vieja encima y una tostada repleta de nata y azúcar, haciendo todo un
plan para esta. Si me la como ahora pensó
me levanto media hora antes mañana,
camino diez minutos corro otros diez y
vomito los otros restantes. Pero no lo haría porque siempre pensaba lo
mismo y cuando el despertador sonaba se limitaba a prender la televisión y
comer otra tostada lamentándose por haberse casado con Joe y haber tenido a
Charity a los diecisiete.
Carlie apareció con dos pares
de tijeras de diferente tamaño, mi peine especial y un bote con agua colorante
negra.
-¿Para qué el agua?-Se sentó
en la punta de la cama, dando una gran exhalación por el cansancio de correr, lo
que hacía solo en la clase de gimnasia.
-¿Quieres todo el kit
completo?-asentí sin saber realmente que estaba aceptando-. Creí tener tinte
rubio, pero mamá se lo acabó toda la semana pasada. Solo tengo este, espero que
no te moleste que sea el tinte de
cabello que usé para mi obra de teatro hace cinco años.
-Jules tiene diecinueve
años-comencé mientras Carlie se acomodaba a mi espalda y calculaba el mechón de
pelo que se llevaría por delante-. Lo conocí la primera vez que entré a la Dark
Wing, en eso era un escuálido rebelde con aretes por todos lados.
-¿De verdad?
-Ajá…
Para cuando Carlie terminó de
secarme el cabello con un ágil movimiento de mano, ya sabía toda la biografía
de Jules y eso pareció animarla más para pedirme el favor de hablarle de ella.
El corte era bueno, en realidad. Aunque parecía chueco, y ya lo tenía negro del
todo, parecía darle forma a mi rostro; las puntas se disparaban por todas
partes y, gracias a Dios, lo tenía liso para evitar que se formaran nudos por
todas partes.
-Te veo luego, Pisque. Te
mantendré encubierta.
-Claro. Gracias.
Era sencillamente eso:
decirle lo que pasaría y en un santiamén tenía toda una coartada asegurada para
antes de que me fuera.
Esperé a que mamá por fin
apagara la televisión y entrara a su cuarto para bajar a la cocina y agarrar
una barrita de cereales que me zampé allí mismo. Afuera, el viento se ondeaba a jirones
alrededor de los dorsales de los árboles a medida que la fuerza se disipaba y
se creaba una fuerte corriente que me llego como cuchillos hasta los huesos;
subí a mi habitación, eché el último vistazo a mi nuevo corte que Carlie había
minuciosamente cortado con las tijeras de profesión y me tiré en la cama,
arropándome con todas las sábanas que encontré.
La urgente necesidad de
desentrañar al asesino de mis amigos fue una gran distracción que me impidió
cerrar los ojos y descansar; por lo que tuve que contactar con Jules.
Jake, ¿me escuchas?
Claro y fuerte. ¿Pasa algo?-La
voz de Jules era una constante ufanía, con decir que probablemente estuviera en
un bar rodeado de pechugonas.
¿Dónde estás?-La respuesta tardó en llegar
unos momentos.
Con el tiempo, la
comunicación mental se volvía cada vez más fácil de realizar, si sabíamos cómo
funcionaba y si se reconocía su presencia mental. En esa última era muy buena,
siempre asociaba la presencia mental con los olores, cada uno tenía su propia marca diferencial.
Si bien Carlie llevaba impregnado olor a dulce de cereza en su cuerpo, su
presencia mental siempre había sido igual de dulce, así que encontrarla entre
una multitud era como poner a prueba a un ciego obligándolo a encontrar el
pastel de dulce de entre los de hojaldre. Con Jules todo se mezclaba; su olor
corpóreo se asemejaba bastante al de la libertad, como el sentimiento del
primer día de primavera donde todo se teñía a olores de flores e intenso calor
solar; también tenía un leve olor a las hojas de un libro nuevo y
especialmente, no cabía duda que siempre permanecía empapado de bellotas,
frutas secas y campo; mientras que su presencia siempre había sido lo
contrario, al principio me tomó tiempo acostumbrarme al cambio radical que
componía su cuerpo y su mente, pero luego de percatarme que eran iguales, lo
hacía completamente entendible: cuando Jules olía a libertad, su presencia estaba
en algún lugar humedecido en alcohol, cuando olía a bellotas era porque estaba
en cualquier campo abierto…, y así todo se relacionaba con el lugar en donde se
encontraba.
En un bar. ¿Pasó algo?
No puedo dormir.
¿Quieres que vaya?
¿Dónde estás?
En el centro. ¿Por qué?
Iré para allá.
No, espera…-Me desconecté antes de que me
impidiera ir. De esta manera solo yo podía hablar conmigo misma y ningún
intruso me contactaría.
Había algo extraño en la
manera en como impedía que pasara, Jules se sorprendió la primera vez que lo
logré hacer porque ninguno de los demás puede hacerlo. Aún si se guarnecían con
adiestramientos mentales como el sudoku o el rubik-también funcionaba para
nosotros-, ellos no podían impedir ningún tipo de rastreamiento mental. Así no
lo quisieran.
Me metí dentro de una campera
militar y cogí las llaves del auto que reposaban tranquilamente sobre el tablón
de la cocina. Mamá me había comprado un escarabajo de pintura beige desconchada
con sus últimos dos sueldos como camarera en un restaurante al sur de Richmond,
menos mal había llenado el depósito porque el centro no quedaba a menos de diez
minutos de distancia.
Cuando el motor encendió en
mi última suplica, las luces delanteras encendieron todo el vecindario y metí
el pedal hasta al fondo antes de que el perro pitbull de la señora Sparks me
delatara con un sonido inconfundible de policía canino.
El centro, por el contrario,
estaba iluminado con luces artificiales de todos los colores que distaban ser
buena calidad, iluminaban todos los bares de mala reputación apilados e
innecesariamente juntos los unos con los otros para instaurar un plan de sugestión
donde el “más vistosamente lleno de prostitutas y borrachos era el más
apetecible,” además de trabajadoras sociales con poca ropa en las aceras
esperando un nuevo cliente. Cuando mamá me había advertido del estado del
centro no mentía. El sitio era desastroso y concurrido por personas de dudosa
procedencia social. Podría haber jurado haber visto el alcalde junto con una mujer
que no era precisamente su esposa.
Estacioné el coche en una
calle que me pareció segura y me bajé, cubriéndome el pecho con la campera.
Las prostitutas me miraron de
reojo con cierto mosqueo, y un borracho me derramó alcohol sobre las perneras
cuando se tambaleaba para mantener el equilibrio. Un remolino de humo agrio
salió por la boca de un local en la esquina de la calle por la que caminaba, lo
que me indicó que allí estaba Jules por como el olor a libertad primaveral se escabullía
de entre todo lo demás.
Dentro, todo era humo y olor
a cerveza de barril. El lugar estaba ambientado en una taberna del siglo
dieciocho, con la música y todo; por cada lugar al que se miraba había cierto
desconcierto de madera, un escenario donde daban un show de polca y hombres y
mujeres vestidos con ropas tradicionales de paliacate. Al fondo, una cabeza
rubia estaba rodeada por pechugonas, como lo supuse, pero esta vez Jules estaba
más ebrio que de costumbre por lo que podría deberse el efecto del alcohol
sobre la vista estética. Encajaba perfectamente con el lugar, parecía todo un
vikingo.
Como todos estaban tan ebrios
para notar a una muchachita de uno con sesenta con el cabello rapado, mi edad
no debía considerarse como un desacato a la ley. Ya que nadie se daba cuenta…
-Buena compañía, Jeremiah.
Me senté en la silla frente a
Jules que bebía de un tarro gigante lleno de cerveza y las pechugonas que
estaban vestidas como todas unas bohemianas le anudaban el cabello teñido. Con
toda la escena puesta no había notado lo parecido que era a Marco Hietala de
Nightwish.
-¿Qué carajo haces aquí, Gwen?-preguntó
más como reproche que como pregunta.
-Me gusta la cerveza-admití
mientras le sacaba el vaso de entre los dedos.
-Ni lo pienses.-me arrebató
el vaso antes de poderlo meterlo entre los labios- . ¿Y ahora donde está tú
cabello?
Jules se restregó los ojos
con el dorso para comprobar que mi cabello corto no era por la falta de una
visión cuerda.
-Camuflaje, encubrimiento, llámalo
como quieras.
-¡Ni siquiera está
parejo!-Las pechugonas coincidieron con una mirada de estar de acuerdo con el
comentario de Jules ebrio.
-Pues eso le da más
credibilidad. ¿No me invitarás a nada?
-Por supuesto que no. Aún no
tienes edad.
Hice un puchero al que
respondió con una gran sorbida a la cerveza.
-Todos están más que
borrachos. Nadie lo sabrá.
Necesité más de dos suplicas
para que Jules se dignara a quitar los ojos de las mujeres que seguían
revoloteando alrededor. Lo miré con cara asqueada.
-Veo que tus neuronas están mal.
Vamos a casa.
La mirada de Jules fue
desconcertante, al principio fue como una severa futilidad, luego cambió a una
agilidad entrañable y terminó siendo una divertida desprovista de severidad
agregada a un rostro zalamero lleno de coquetería.
-¿Me llevarás a tu casa?-la
voz le salió como un ronroneo.
-Sí. ¿Hay algún problema con
eso?
-Le llevo un gran miedo a la
oscuridad. ¿Dormirías conmigo?
De nuevo las pechugonas
parecieron mirarse al mismo tiempo; cuando me echaron una mirada escrutiñadora
comprendí que estaban sopesando el que fuera la novia de Jules. Pero parecieron
descartar la idea cuando vieron mi diminuto cuerpo al lado de uno tan gloriosos
como el de Jules, que ni se movió.
-Levanta tu embriagado
trasero de esa silla y vamos a casa.
Como mis palabras flotaron
vagamente en el aire sin siquiera tocar los tímpanos de Jules, puse uno de sus
brazos gigantes sobre mí. Una de las pechugonas que respondió al nombre de Berta
me ayudó a levantar todo su cuerpo, claro que sabía que lo único que quería era
tocarlo por partes que no se veían a simple vista.
Lo llevamos fuera hasta el
escarabajo e intenté meterlo de alguna manera en la imposible cavidad del
copiloto. Jules no dijo nada. Me aseguré en el asiento y me abroché el cinturón
de seguridad, capté un leve gemido que asimilé con Berta despidiéndose de Jules
a escondidas y aceleré en punto muerto.
-Gweny…-habló Jules con la
voz perdida entre el viento que entraba por la ventanilla y el adormilamiento
que resultaba de una buena noche encendida a tragos.
-¿Qué?
-Prométeme que te mantendrás
a salvo.-Como la autopista estaba levemente bañada por la llovizna reciente, el
choche derrapó debido el fuerte frenazo que hice.
-¿No vendrás conmigo?-pregunté
alarmada hasta la médula.
-Me temo que esta vez tengo
algo más importante que hacer.
-¿Cómo diablos pretendes
dejarme botada en la Dark Wing?
-Yo no estaría tan alarmado,
después de todo ya sabes cómo contactarme. Yo haré lo mismo si tengo noticias
de algo.
-Joder.-exclamé con
incredibilidad, direccionando el choche por las vías.
Cuando llegamos a casa, la
calle estaba inclusive más oscura que de costumbre, por lo que tuve cuidado por
evitar hacer el más pequeño sonido. Jules rogaba repetidamente que lo metiera
en una cama y había dicho algunas cosas más que no logré entender o quizás eran
demasiado para recordarlas. Subí las escaleras de madera casi podridas hasta la
segunda planta donde se encontraba la habitación de mamá y la mía. Como solo
había una cama disponible, opté por dejar a Jules dormir las últimas cuatro
horas que nos restaba para que el cazador viniera por mí y le eché la sabana
encima.
-Quédate-pidió. Creí que lo
de la oscuridad era una tontería, pero su rostro salpicado con pretensión de
miedo ensimismado en el sueño bastó para concederle el beneficio de la duda.
-Ya duérmete-Le cobijé hasta
la cabeza y deshice los pasos que había recorrido.
-Quédate-imploró, esta vez
con rudeza.
-¿Dónde quieres que me meta?
Ocupas toda la cama y hasta te caes.
Jules alzó las sábanas hasta
que pude ver su torso, luego se corrió hacia el borde y recostó la cabeza en la
punta de la almohada indicando un lugar en el que podía a duras penas entrar.
Me metí, teniendo que estrecharme a él como si fuéramos una lata de sardinas.
Cuando Jules me tapó con el resto de la sábana esperé hasta que estuviera
dormido por el cansancio para escabullirme hasta el sofá de la sala y echarme
una buena siesta, pero en lugar de eso me aprisionó con su brazo de acero y me
pegó a su cuerpo como un oso de peluche. Aunque podría pasar fácilmente por
uno, el peso aplastante de Jules era más que asfixiante.
-Duerme bien, Gweny.
-Lo mismo, Jules-Casi no
logré articular las palabras que se me habían atascado en la garganta.
-Me alegro de tenerte de
nuevo en mi vida.
-Ya deja de hablar, tu tufo más
lo que me queda de aire es imposible de soportar. Duérmete.
Jules me obedeció con una
sonrisa de niño que recién había cometido una travesura. Pronto, pasados los
minutos, los únicos sonidos audibles era el de los constantes ronquidos de
Jules, que terminaron por arrullarme.
La alarma sonó poco después
del amanecer. Al mismo tiempo en que la luz de sol se coló por una pequeña
rendija de la ventana.
Me giré sobre un costado para
reparar porque la cama estaba tan vacía y fría, especialmente vacía….Jules no
estaba, pero sus tenis estaba perfectamente alineados al borde de la silla del
escritorio donde reposaba mi campera militar.
¿Dónde estás?-Jules se encontraba cerca.
En la ducha. Espero que no te moleste que haya tomado tu toalla-. Tomé aliento y
me paré de la cama con una fuerza que creí imposible para las mañanas de
madrugada.
Como era tan temprano supuse
que mamá estaría haciendo su café diario de desayuno para ir a trabajar… ¡Mamá!
No te preocupes. Salió hace unos minutos.
Me tambaleé por la rápida
subida, tanto de la cama como de la adrenalina de que mamá hubiera descubierto
a Jules en mi ducha dándose un baño…Sin ropa.
¿Te encuentras bien?
Cállate-Le obligué-. Ya sabes que puedo ver lo que estás
haciendo si me hablas.
La risa de Jules fue como una
explosión de colores en mi mente. Bastante irritante para forzar a
desconectarme.
Veinte minutos después, Jules
y yo ya estábamos vestidos. Él con la misma ropa del día anterior y yo con mi
playera de tiras a rayas de los colores del arcoíris, un pantalón caqui y los
botines rojo gema que Carlie me había regalado para mi último cumpleaños.
-Linda ropa-profirió Jules
con voz cansina, esperando con el cuerpo recostado en la Harley.
-Debo estar presentable para
Darth. No me encuentro frecuentemente con él y ya sabes que dicen de las
impresiones.
-Tienes un serio problema en
cuanto a cambiarle los nombres a las personas. Es denigrante.
-Por lo que a mí respecta, es
solo una muestra de afecto, Jasper.
Desde los trece años le había
cambiado el nombre de Jules por todos los que comenzaran por la J, una pequeña
satisfacción cuando me llamó Gweny. Aunque estaba muy agradecida de que los de
la base no informaran a sus habitantes acerca de mi relación Doberman-Deneddy.
Un coche negro blindado
apareció al lado Este de la calle. La tenue luz del sol rebotaba en una
dirección contraria, como si los vidrios no absorbieran esta sino que crearan
un efecto repelente.
El cazador, vestido con su
ropa formal, apareció junto a nosotros con lentes oscuros y el cabello peinado
hacia atrás en una bomba de gel paralizante. La sonrisa tiraba de todos los
músculos de su cara, formando pequeñas arrugas alrededor de la boca y los ojos.
-¿Estás lista?-preguntó con
deje condescendiente.
-No tengo opción.-me quejé
automáticamente.
Todo estará bien.- Me aseguró Jules que ahora
veía a través del visor de su casco negro.
-¿No viene señor Worthon?
-Exactamente: no voy.-Podía
notar el repudio que Jules sentía hacia el cazador sin necesidad de adentrarme
en sus interior.
¿Quién no lo haría? El
cazador había atrapado a todos en la base. Nadie le conocía tanto como yo, pero
era claro el porqué, en tanto a Jules, había jurado asesinarlo cuando lo
encontrara de nuevo, pero no había contado con que lo necesitara.
Me subí al coche antes de que
alguien me lo pidiera. El olor a puros estaba tan tangente en el aire que tuve
que toser repetidas veces para evitar que me llegara hasta los pulmones.
El carro tenía un vidrio
protector entre el conductor y los pasajeros, un botón sobre mi
cabeza me invitaba a conocer a mi nuevo transportador. Los sillones reforzados
en tapicería de cuero, algunos reposacabezas ordenados sin escrúpulos. Había un
minibar a lo largo del espacio con algunas copas de champán y vodka, además de
un reproductor estéreo de última tecnología en el que sonaba una canción
ambiental con delfines como protagonistas.
Que exuberante-chilló Jules, observando
todo a través de mis ojos.
-Disfruta de tu estadía
durante las horas de viaje que restan.-El cazador me entregó un Ipod con
audífonos y una lista de mis canciones favoritas, era el que siempre usaba
cuando me atrapaba y con el que me distraía cuando me aburría.
Estaré cerca-aseguró Jules, encendiendo el
motor de la moto con un seco empujón.
Más te vale si quieres conservar intacta tu linda melena dorada.-Sentí
como a Jules se le erizaban los pelos del brazo y daba una vuelta completa hacia
la salida más próxima.
Giré la rueda completa de
volumen en el Ipod y mientras que Word Up
perforaba mis oídos esperé no arrepentirme de haber pisado el primer escalón
del coche del cazador.